CRÓNICA DE UNA DISCRIMINACIÓN SISTEMÁTICA

 



El pasado viernes entré en la estación de tren de A Coruña antes de las diez de la noche, miré hacia las pantallas y descubrí con horror que el último tren a Ferrol, programado a las 22:09, se esperaba que llegase a las 23:54. “Algún problema técnico”, me dijeron los de seguridad, reconociendo con la boca pequeña que “lo del tren a Ferrol es una locura”. La manida explicación que dan los revisores ante los continuos retrasos y fallos técnicos es que el trazado de las vías no se ha modernizado en décadas y aunque el tren sea un Alvia, el maquinista tiene que reducir la velocidad hasta lo ridículo porque hay riesgo de accidente.
En ese caso sería Adif ―entidad pública adscrita el ministerio de transporte― la responsable de la discriminación sistemática, sostenida en el tiempo y que amenaza perpetuarse hasta el próximo siglo, que sufre Ferrol en términos ferroviarios. Vaya por delante que esto no va de indignarse porque Ferrol sea la única ciudad gallega que se queda fuera de la alta velocidad ―a las demás llegarán en breve los tan cacareados trenes Avril y la infraestructura para que lo hagan a Lugo está en proceso―, pues aquí todavía estamos esperando por lo más básico. Basta con ir a la página Web de Renfe para entender de qué hablo:  ir de La Coruña a Santiago (54 km,75km por carretera), lleva 27 minutos; A Coruña - Ourense (122 km,173 km por carretera): 1 h y 17 minutos; A Coruña - Vigo (127 km, 158 por carretera): 1h y 25 minutos… mientras la distancia que separa A Coruña de Ferrol es de 21 km, 53 km por carretera, el servicio que ofrece RENFE, única operadora disponible, varía entre la hora y trece minutos en los Alvia y la hora y veinte minutos en cercanías. Para hacerlo aún más sangrante, después de haber usado ambos trenes con asiduidad durante los últimos meses puedo corroborar que, sobre todo en el Alvia, la previsión de tiempo no se cumple nunca. El retraso “normal” es de unos quince minutos, pero puede ser mucho mayor si el tren se queda sin suministro de electricidad y hay que resetearlo (varias veces se apagan y encienden todas las luces, se abren y cierran todas las puertas), los motores Diesel tienen carraspera o la rama de un eucalipto se atraviesa en mitad de la vía. A veces el viaje se suspende, entonces los viajeros tienen que bajarse y hacer el trayecto en autobús y en realidad esto es lo mejor que les puede ocurrir, porque a Ferrol se llega mucho antes en autobús ―y en un monopatín eléctrico― que en tren.




El viernes pasado en la estación de trenes de A Coruña, alarmados con la posibilidad de pasarnos dos horas esperando en el andén, yo y otros usuarios fuimos hasta la ventanilla de tickets con la esperanza de que RENFE tuviera la gentileza de poner un autobús. Los
sudras ferrolanos no íbamos a tener esa suerte, extraoficialmente se nos dijo que éramos muchos y no cogeríamos en un único vehículo. Así que a esperar. Gracias al cielo no hubo posteriores grandes retrasos y a eso de la una y media de la madrugad el tren chu-chu llegó a la ciudad departamental. Otro día en el paraíso. Es cierto; como aquí, no se vive en ningún lado.


En el reino de lo imponderable y de la sublime y eterna falta de inteligencia.


Tras haberme dejado caer exhausto en el sofá y como la rabia que sentía no me dejaba dormir, encendí la tele y me puse con el programa de noticias de TVE veinticuatro horas. Daba vergüenza ajena ver como la presentadora presionaba al entrevistado, un representante de la asociación española de consumidores, para que dijera que los irrisorios precios que OUIGO estaba poniendo a disposición de los viajeros eran un escándalo y eso no estaba bien. Es la única forma de progresar en el precario mundo del periodismo, los jefes de redacción trasmiten los parámetros a los peones y estos construyen un relato que difiere todo lo que sea necesario de la realidad. Grandes periódicos y televisiones se comportan como mamporreros a la hora de seguir la agenda del gobierno y adoctrinar a la ciudadanía, o como en el caso que acabo de relatar, hacer presión sobre una empresa privada de venta de billetes de tren ¡para qué suba los precios!  

“Fíjese”, decía la guapa periodista, “que hasta han llegado a venderse billetes de tren entre Barcelona y Madrid a diez euros. Es que…” Por tres veces el representante de la asociación de consumidores repitió que él no entraba a valorar las divergencias entre el gobierno y los operadores de venta de billetes de tren, su función era exigir un servicio de calidad y a unos precios asequibles para el consumidor. Ahí fue cuando salieron a relucir las palabras del ministro de transporte: “Protegiendo a RENFE, estoy protegiendo al ferrocarril de mi país”. Ya. Y a los ferrolanos, y a los gallegos, ¿quién nos protege del monopolio heredado del franquismo que sufrimos desde hace décadas por parte de Renfe-Adif? ¿Usted? Es de traca ver a un político socialista exigir que les suban los precios del transporte público a los currelas asfixiados por el costo de la vida, mientras que desde la dirección de OUIGO se defienden con sólidos argumentos: a medio plazo su política de pérdidas facilitará que mucha gente deje de utilizar el coche para ir a trabajar o de paseo, y siendo como es el automóvil un medio de transporte con más siniestralidad y que contamina cincuenta veces más, esto tendrá una repercusión muy positiva en la lucha contra el cambio climático, una mejora significativa del aire poluto en capitales como Barcelona y Madrid, etc. Dicho sea de paso, Renfe intentó hacer una política semejante de pérdidas y conquistar el mercado francés como operador independiente, aunque sin mucho éxito.

Pero yo estaba hablando de Ferrol. En el mundo libre si un operador como Renfe no ofrece un servicio a la altura de las expectativas, o cobra demasiado, es justo y lógico que pierda clientes en detrimento de otros operadores que lo hacen mejor. Pero aquí no hay lugar para la competencia y las justificadas quejas de los ciudadanos ante el nefasto servicio que reciben por parte de Renfe-Adif se despacha con el ostracismo, o diciendo que en la línea Ferrol-Coruña no se invierte porque no es rentable. Pues claro que el vagón va vacío, ¿quién va a querer usar un servicio del que no te puedes fiar? ¿Y cómo va a llevar el mismo tiempo, en un claro insulto al sentido común y a la geografía, ir de A Coruña a Ourense o a Vigo que a Ferrol? Huelga decir que una empresa pública dependiente del ministerio de transporte no puede discriminar de un modo tan notorio a unos territorios sobre otros ―o si no, que financien los trenes modernos y operativos esos territorios y ciudades privilegiadas que los disfrutan―, sin embargo, lo seguirán haciendo con nosotros, sin que tenga consecuencias. Paga el pato el que tiene que ir a trabajar diariamente a Coruña porque en Ferrol no hay trabajo porque hace décadas que decidieron cargarse nuestra industria. Hay fundadas razones para no esperar nada.


 

En otras épocas hasta se llegó a pensar que donde terminaba el reino de las palabras lo hacía también el de la existencia. A ese reino de lo imponderable y de la sublime y eterna falta de inteligencia, los griegos le daban el nombre de moira, y lo situaban como un horizonte en torno a sus dioses, horizonte fuera del cual no podían ni ver ni obrar. Pues bien, ahí es justo en donde se encuentra Ferrol con relación a los centros de poder del Estado. No es ocioso recordar que somos, de entre las 125 principales ciudades del país, la más envejecida, la última en cuanto a tasa de natalidad, en donde menos niños hay y la primera por la cola en la tasa de actividad. Sin embargo, hay que reconocer que A Coruña le va mejor. Mientras en las principales calles y plazas de Ferrol bonitos edificios deshabitados se caen a pedazos y el precio por arrendamiento es de los más baratos de España, en A Coruña y municipios limítrofes el precio de adquisición y alquiler de inmuebles sube como la espuma. Las inmobiliarias coruñesas llevan tiempo alertando de que la situación del mercado es insostenible, el metro cuadrado está en máximos históricos, las propiedades se alquilan en cuestión de horas y no hay casas para tanta gente. Tanto es así, que A Coruña ha solicitado ante la Xunta que se la considere urbe tensionada, como Santiago y San Sebastián. No hace falta ser Einstein para comprender los beneficios que obtendría el mercado inmobiliario de ambas urbes ―también en lo tocante al turismo, el empleo y la creación de empresas― de tener un tren de cercanías eficiente, razonable, que cubriese la distancia entre Ferrol y Coruña en veinte minutos o media hora. Ese es el futuro de Ferrol, el único posible, y nos lo siguen negando los mismos de siempre, apóstoles del despotismo y la injusticia que desde Madrid hace décadas decidieron borrarnos del mapa. 

 



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