Poppies





Todos los 11 de noviembre se celebra en UK y países de la Comonwealth el Remenbrance day, fecha que sirve para honrar a los soldados del antiguo Imperio Británico caídos en combate. En otros países europeos se conmemora esta fecha como el día en que la Primera Guerra Mundial tocó a su fin; fue un once de noviembre de 1918, o sea, el onceavo día del onceavo mes, a las once de la mañana, cuando en un vagón de tren se firmó el armisticio. Pero en el caso de UK se hace especial hincapié en honrar a los caídos de su propio bando. Ese día ofrendas florales son colocadas al pie de monumentos con Union Jacks en donde pueden leerse epigramas como “The glorious death”, y durante todo el mes de noviembre una gran cantidad de británicos y extranjeros (muchos provenientes de países cuyos soldados y civiles en algún momento de la historia fueron masacradas por los ejércitos de su majestad) llevan prendida de la solapa del abrigo o de la chaqueta una flor de amapola roja, generalmente hecha de papel, plástico o metal.

En los campos de Flandes


 
Casi desde el principio de la guerra los soldados británicos destinados al frente occidental tomaron la costumbre de introducir en las cartas que enviaban a sus seres queridos flores de amapola disecadas, pero fue el poema “In Flanders Fields” el que cimentó la asociación entre la flor de la amapola roja con el patriotismo británico, convirtiéndose en algo viral que dura hasta nuestros días. En 1915 el cirujano canadiense John McCrae cumplía servicio en el frente de Bélgica, durante la segunda batalla de Ypres la visión de las amapolas rojas que crecían entre las cruces de sus camaradas caídos lo inspiró a escribir el poema. Se publicó en diciembre de ese mismo año en el magazine británico The Punch Magazine y de una forma casi automática pasó a ser uno de los poemas más populares sobre la guerra de todos los tiempos. El gobierno británico lo utilizaría hasta la saciedad como un gancho para atraer a nuevos reclutas, también como propaganda patriótica y para vender bonos de guerra. 

Versión original:


In Flanders fields the poppies blow
Between the crosses, row on row,
That mark our place; and in the sky
The larks, still bravely singing, fly
Scarce heard amid the guns below.

We are the Dead. Short days ago
We lived, felt dawn, saw sunset glow,
Loved and were loved, and now we lie
In Flanders fields.

Take up our quarrel with the foe:
To you from failing hands we throw
The torch; be yours to hold it high.
If ye break faith with us who die
We shall not sleep, though poppies grow
In Flanders fields.

 

y su traducción al castellano:

 

En los campos de Flandes
crecen las amapolas.
Fila tras fila
entre las cruces que marcan nuestras tumbas.
Y en el cielo aún vuela y canta la valiente alondra,
su voz apagada por el fragor de los cañones.

Somos los muertos.
Hace pocos días vivíamos,
cantábamos auroras, veíamos el rojo del crepúsculo,
amábamos, éramos amados.
Ahora yacemos, en los campos de Flandes.

Contra el enemigo proseguid nuestra lucha.
Tomad la antorcha que os arrojan nuestras manos exangües.
Mantenedla bien en alto.
Si faltáis a la fe de nosotros los muertos,
jamás descansaremos,
aunque florezcan
en los campos de Flandes,
las amapolas.


Una ácida reflexión...


Los que creen en el simbolismo de los números saben que el 11 es una cifra con connotaciones negativas, pues rebasa al número perfecto (10) y no llega al de la divina plenitud (12). Nueve millones de soldados muertos, veintiún millones de heridos, cinco millones de civiles asesinados corroboran que el 11 es el número del exceso y nada define mejor a la Primera Guerra Mundial (y a todas las guerras) como un exceso de horror y salvajismo, de maldad, necedad, la estupidez humana elevadas a la enésima potencia, pues no merece otro calificativo desarrollar y aplicar formas de matarse, de intoxicarse, de destruirse física y psicológicamente unos a otros de la manera más monstruosa que hasta entonces se había visto. El primer día de la batalla de Somme casi veinte mil jóvenes vidas de británicos fueron segadas y otras sesenta mil quedaron rotas por las balas, la metralla, gases… que contra ellos arrojaba el enemigo mientras ellos trataban de hacerle al que estaba enfrente la misma maldad. La guerra envilece y nunca dignifica; en cualquier caso, se trata de algo de lo que avergonzarse. 

Se supone que el siglo XXI la sociedad ha cambiado y ya no es (o no debería de ser) tan fácilmente manipulable por las élites, por eso cabe preguntar, con la inocencia de un niño: ¿para qué tanto sufrimiento, muerte y destrucción? Se entiende que las naciones que han sido dominadas alguna vez por otras conmemoren la fecha de su liberación, pero este no es el caso de UK, ninguna batalla de la P. G. M. se libró en las islas británicas. Aceptar que no hubo en todo aquello otro sentido que el que reza la canción: “jóvenes pobres matan a jóvenes pobres mientras cuentan sus ganancias viejas ricos”, resulta intolerable, por eso en lugar de mirar de frente a la verdad y darse cuenta de los errores del pasado, todo se cubre bajo la gloria y el honor de la bandera, la patria, la corona, el imperio y su eficiente ministerio de propaganda. O una bonita flor. Aún sigue viva la dicotomía de ellos contra nosotros que produjo durante el siglo XX las mayores guerras de la historia,un tiempo aciago en el que las principales naciones del continente eran gobernadas por psicópatas y se cometieron muchos más crímenes que los que pretenden dignificar los vencedores. Lo más preocupante es darse cuenta de que esa manera de entender la pertenencia a una nación como la contraposición física, violenta, viril, a otras gentes o nacionalidades está retornando con su baba más venenosa. Remembrance se puede traducir como “conmemoración” y “recuerdo”. No tengo nada que objetar con la segunda acepción, pero la primera me provoca sarpullido. Por eso nunca he llevado, ni llevaré, una flor de amapola roja prendida de la solapa.  

 




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