EL EFECTO VENTANA




Cuando en mayo del 2017 un terrorista islámico se internó entre cientos de niños y adolescentes que buscaban a sus madres a la salida de un concierto de Ariadna Grande, en Mánchester, y accionó los explosivos de su mochila cargada de tornillos para suicidarse asesinando a otras veintidós personas y dejando heridas a más de mil, solo veía abierta ante él una ventana hacia el paraíso. Lo mismo puede decirse de los terroristas de ETA que en mayo de 1991 empujaron un coche lleno de explosivos hacia el patio interior de la casa cuartel de la Guardia Civil en Vich, donde en aquel momento jugaban unos niños, matando a 10 personas. Quizá el sufrimiento o la sensación de vacío provocado por una maraña de complejos los hizo quedar a merced de un efecto ventana en donde todo lo bueno y deseable estaba al otro lado y lo terrible, errado e insoportable, a este. En realidad, la mente de los extremistas de toda índole funciona de la misma forma binaria y también en el imaginario de Giménez Caballero, único teórico serio que tuvo el falangismo, se destacan ideas de gran radicalidad como la mística de la anticultura: no hay que pensar, sino que obedecer, pues se busca, ante todo, la victoria, y la historia ha demostrado que un fanatismo de corte católico, disciplina y obediencia ciega a los líderes forja los mejores soldados. Se trataría ante todo de sentar las bases de un “pensamiento ventana” en sus mentes, visto bajo este prisma la manida frase atribuida a Millán Astray en mayo de 1936 en la universidad de Salamanca “¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!” toma un significado más profundo que la perugrullada que parece a primera vista.
 Giménez Caballero compartía con el fascismo italiano y los futuristas su idea de la acción directa como antídoto de letargo político y cultural: la reacción ha de ser violenta o no será. Con todo, fue esta proclamación de  Lenin en 1917: “dentro de cien años, el mundo entero será comunista” lo que creo el efecto ventana terrenal ―cristianismo e islamismo colocan la ventana justo en el umbral de la muerte y, por tanto, son ultraterrenos― más poderoso y duradero que ha conocido la historia, tanto es así que todavía  personas inteligentes de países occidentales viven con la vista y la esperanza puesta en ese umbral de liberación para el proletariado que suponen será la implantación de un régimen verdaderamente comunista, a pesar de que se ha demostrado fracasado e inviable en multitud de países distribuidos por todo el orbe.  Personalmente, la poca confianza que tengo en la condición humana me impide pensar que los lideres que copen los puestos de poder y mando de ese megaestado buscarán, a pesar de todas las teorías y el idealismo, algo diferente a su propio interés y la supremacía de los suyos en contra de los disidentes. Estoy convencido además, de que para mantenerse en el poder serán capaces luego de las mayores violencias y despropósitos, trayendo a las mismas masas a las que prometieron el paraiso terrenal algo  mucho más parecido a un infierno de carestía, corrupción, endogamia y miseria.  


La trampa consiste en pensar que todo lo que nos oprime ―muchas veces son proyecciones de traumas reprimidos en la infancia o la forma de dar rienda suelta a los insanos deseos de poder que engendra la psicopatía (Stalin, Franco, Mussolini, Churchill, Ceausesco… eran psicópatas de manual) ― tiene una respuesta teórica y simple, populista, y todo se solucionará cuando pasemos bajo ese cénit liberador al que nos dirigimos en manada. A decir verdad, la ventana-trampa puede ocultarse bajo  cualquier nombre: socialismo, comunismo, el renacer de la España eterna, o la independencia, o una vuelta a los valores tradicionales, o la ley de Dios que está escrita en este o aquel libro, o la destrucción del patriarcado… toda excusa le sirve al hombre o la mujer masa para convertirse en un cero detrás del líder mesiánico de turno, despojando al adversario de toda humanidad y dando paso a eso que en España ha dado en llamarse “odio africano”. Resulta patético ver como 50 años después de la muerte de Franco el pensamiento de mucha gente sigue atrapado en un laberinto semejante, y no porque haya partidos políticos que quieran resucitar el antiguo régimen nacional católico, sino por esa tendencia que tienen las aguas a volver por sus antiguos cauces y una radicalidad superficial y estéril a instalarse en la sociedad española.  

 

 

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