DISOCIACIONES
Uno de los síntomas más comunes en enfermedades mentales como la esquizofrenia es la disociación, fenómeno que consiste en una desconexión entre la realidad del momento presente y lo que la mente, enredada en su propia fantasía, considera que es la realidad del momento presente. Al analizar a la sociedad española actual es imposible no ver patrones disociativos de este tipo:
1. Como en tiempos de Franco
todos los grandes empresarios estaban por activa o pasiva en connivencia con el
régimen y compartían con este un interés por neutralizar el arraigo de ideas
asamblearias, comunistas, anarquistas o socialistas, mucha gente todavía visualiza la figura del gran
empresario como un tipo sin escrúpulos ni moral, cerdo bien cebado a base de
robar al trabajador la parte que le corresponde de la plusvalía. La absurda
idea de que su ganancia es nuestra pérdida y ellos son el obstáculo a eliminar
para que sobrevenga la arcadia feliz de la dictadura del proletariado, único
fin deseable para la clase obrera, todavía es pauta común entre grandes masas
de población y hay partidos políticos dirigidos por funcionarios que saben sacar
rédito electoral de ese dislate. Hoy España está plenamente
integrada en un bloque, el de los países occidentales, en donde todo gira en
torno a la economía y el dinero; a decir vedad, se trata de un país sin carisma
ni protagonismo, extenuada por sus centenarias luchas intestinas, carente de políticos
o intelectuales de referencia capaces de influir en el concierto internacional. Para
no perder el sentido de realidad hay que considerar lo que le ocurre a quien
vive en una sociedad en donde todos los aspectos de su proyecto vital están
relacionados, o son directamente dependientes del dinero, y se le cierra el
camino hacia una fuente de ingresos. Frustración, falta de autoestima, tendencia
al consumo de alcohol y drogas, imposibilidad de encontrar pareja y/o mantener
relaciones sexuales, la necesidad de tener emigrar… son formas de opresión y desgarro
psicológico que han sufrido, y todavía lo hacen, millones de españoles. Durante
los últimos cuarenta años España ha destacado por tener unas tasas de desempleo
de las más altas del mundo, algo aberrante en el caso del desempleo juvenil, y es
ocioso reconocer que para que haya puestos de trabajo y la gente no tenga que
emigrar y pueda realizar su proyecto vital, tener hijos y no extinguirnos como
pueblo (o como pueblos, que para el caso viene a ser lo mismo) hacen falta
empresarios. Y si son grandes, mucho mejor.
Durante largos períodos de mi trayectoria vital he pertenecido a la empresa con más afiliados de toda España (el INEM) y vivir esta realidad sangrante me llevó a pensar que es un error de base por parte de políticos y sindicatos meter a los parados en el mismo saco que a los trabajadores. Es algo así como otorgar, sobre el papel, a blancos y a negros en la Sudáfrica del apartheid el mismo estatus de ciudadano mientras la diferencia de poder entre unos y otros se mantiene imperturbable. ¿Para cuándo un Sindicato de Parados? No podemos resignarnos a vivir, una generación tras otra, en un grotesco apartheid donde existe un cuerpo de funcionarios con todos los derechos imaginables y una mayoría de desempleados y precarios revoloteando alrededor, mendigando eso que el artículo 35 de la Constitución garantiza: acceso a un trabajo digno. En cuanto el Estado no puede, ni debe, crear puestos de trabajo para todos, demonizar a los empresarios que ponen en el mercado laboral los empleos que tanta gente necesita suena como pegarse un tiro en el pie. Esta es la realidad que enfrenta el pueblo y desde el momento que vivimos en una economía cada vez más globalizada e incluyente la única forma de prosperar es competir, y para ello, la figura del empresario y el emprendedor son indispensables. Huelga decir que esperar el nacimiento de un estado comunista, o de “verdadero socialismo”, en la UE del siglo XXI, es otro síntoma de esa disociación que aqueja a gran parte de la sociedad y de la que participan tanto políticos como sindicatos y algunos medios de comunicación.
2.Al igual que ya ocurrió durante la dictadura, el Estado actual, o mejor dicho, las personas que controlan sus mecanismos del poder, ejercen una influencia directa sobre la cultura y los medios de comunicación, usándolos con total descaro a su favor. La estrategia es muy simple y consiste en discriminar todo lo que no concuerda con su ideario mientras se promociona y financia aquello que sí, imponiendo de esta forma una visión sectaria de la realidad y cercenando toda capacidad de respuesta ante las directrices señaladas por el globalismo, convirtiéndonos en un país plano, inerme, sin pensamiento crítico ni personalidad. Un ejemplo de máxima actualidad son los excesos y disparates que se cometen en nombre de la lucha contra la violencia de género. Para observar el fenómeno en perspectiva hay que retroceder hasta octubre de 2017, cuando después de décadas de acusaciones de abusos sexuales y violaciones que se remontaban a finales de los setenta, Harvey Weinstein, un productor cinematográfico de los más poderosos de Hollywood, fue despedido de su compañía (Miramax) y expulsado de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. Con el trascurrir de los días más y más mujeres se sumaban a las acusaciones contra Weinstein, las redes sociales se hicieron eco y finalmente fueron más de 80 las que acudieron a poner una denuncia de acoso sexual y/o violación contra el poderoso magnate de Hollywood. Pero la ola de indignación y repulsa no se detuvo cuando lo condenaron, al contrario, tomó más fuerza aún y terminó dando paso a eso que se conoce como el movimiento #MeToo (“yo también”, en castellano). Centrado al principio en la defensa de la integridad sexual de las mujeres pronto se extendió a otros ámbitos del feminismo, sobrepasando los límites de EEUU y volviéndose internacional; este fue el precusor de ese espíritu de apoyo y denuncia en situaciones de desigualdad, abuso, y violencia de género contra las mujeres que recorre el mundo, y del que participan activamente tanto partidos políticos como medios de comnunicación. Se trata de un fenómeno global necesario de justicia y reparación, nadie lo discute, pero esto también hay que decirlo: en España se ha tomado la parte por el todo y hemos entrado en una deriva de histerismo y desmesura. Al contrario de lo que podría parecer leyendo los periódicos, las estadísticas muestras que España ocupa un puesto medio-bajo en cuanto a la violencia contra las mujeres en Europa, situado por detrás de Francia, UK, y los países escandinavos, países en donde las campañas para corregir una supuesta tara social en discriminación de género no son ni de lejos tan histéricos y agresivos como aquí:
La estrategia de la coalición de gobierno consiste en presentarse ante Europa y el mundo como un adalid de la lucha contra la violencia y las discriminaciones de género, sin embargo, cualquiera puede ver que sus estrategias son simplistas y superficiales y arrojan resultados que son justo lo contrario de lo esperado. Es lógico pensar que un régimen nacional-católico y ultraconservador como el franquismo haya dejado un país machista y homófobo, y que ciertos mecanismos de corrección y sobre todo de educación son necesarios, pero cuando se otorga a alguien el poder de convertirse en ingeniero social de todo un país tiene que haber un mínimo de rigor. De esta forma no se consigue una rápida reeducación de la sociedad, más bien están inculcando en generaciones enteras de mujeres un miedo paralizante y castrador a ser violadas, y en los hombres, un miedo paralizante y castrador a hacer algo indebido y verse convertidos en chivos expiatorios. El daño social es devastador: cada vez menos hombres y mujeres corren el riesgo de relacionarse sexualmente, hay menos matrimonios, más divorcios y nacen menos niños, y, sobre todo, mujeres heterosexuales (los hombres también, pero ellos encuentran un mísero desahogo en la prostitución) se ven condenadas a vivir temiendo a su objeto de deseo, victimizadas, y al final muchas renuncian a una dimensión preciosa de la vida: su sexualidad. Es triste darse cuenta de cómo a los españoles del siglo XXI les está ocurriendo algo parecido a lo que pasa con los osos panda que viven en cautividad: dejan de reproducirse porque no saben cómo hacerlo. No es exageración, sino diagnóstico, y para demostrarlo valdrá el ejemplo que sigue.
En ningún periódico de otro país europeo se atreverían a publicar un titular tan alarmista y contrario a la verdad como el que apareció en La Voz de Galicia (16-03-23), basándose, según se explica, en un reciente estudio de la presidenta de Federación de Mujeres Jóvenes. Lo más terrible es que este artículo pueden haberlo leído millones de personas y ahora la gente se va a creer que quedar en Tinder es más peligroso que ser prostituta en un burdel de Bagdad. Y ya no digo más, que cada uno juzgue por sí mismo:
Una de cada cinco mujeres que quedó con un hombre a través de
Tinder fue violada
Un 70 % de las usuarias de aplicaciones de citas se han sentido presionadas para mantener relaciones y casi un 30 % fueron penetradas sin preservativo sin dar su consentimiento para ello. Un 27,4 % aseguran que trataron de grabarlas sin su permiso
Un 70 % de las usuarias de aplicaciones de
citas se han sentido presionadas para mantener relaciones y
hasta un 21,7 % —una de cada cinco— aseguran que ha sufrido una
agresión sexual con violencia, según el estudio «Apps Sin
Violencia Sexual», financiado por la Delegación del Gobierno contra la
Violencia de Género y elaborado por la Federación Mujeres Jóvenes
(FMJ), basado en entrevistas a 963 mujeres usuarias de la
aplicación de citas Tinder, la más usada por los jóvenes en España.
El informe, presentado este miércoles por la
presidenta de la FMJ, Ada Santana, revela además que un 40 % de las mujeres que
usan esta app ha sido presionada para mantener relaciones
violentas que tienen «mucho que ver» con la pornografía y un 57 % para consumir
alcohol para mantener relaciones.
La coordinadora de proyectos de la Federación
Mujeres Jóvenes, Mónica Sáiz, ha aludido a las dificultades de las propias
víctimas a la hora de detectar la violencia sexual: inicialmente el 86,4 % de
las encuestadas aseguró no haberla sufrido, pero fue al preguntar cuestiones
concretas cuando salieron a la luz otras cifras. Un 48,8 % de las
mujeres consultadas se sintieron tratadas como objetos en una de estas
citas; un 33 % quisieron parar y el hombre se enfadó; un 27
% vivieron situaciones violentas, como ahogamientos o tortazos, durante el
sexo; y un 29,5 % fueron presionadas para realizar prácticas
que no quería.
Además, un 27,7 % fueron penetradas sin
preservativo sin dar su consentimiento para ello, un 21,4 % mantienen
que el hombre se quitó el condón sin que ellas se diesen cuenta, en un
28 % de los casos el hombre siguió la relación a pesar de que la mujer le había
dicho que le hacía daño y un 27,4 % aseguran que trataron de
grabarlas sin su consentimiento.
Captación de mujeres para la
prostitución
La investigación ha permitido además comprobar
cómo estas aplicaciones de citas se pueden estar utilizando como canal para la
captación de mujeres para la prostitución. Así lo asegura Irene Otero, una de
las autoras del informe, que denuncia que en los últimos años se viene
observando un proceso de «glamurización de la prostitución» en
base al «falso mito de la libre elección», que no tiene en cuenta
factores estructurales de opresión o pobreza. Así, los términos sugar
daddy y sugar baby han sustituido a putero y mujer
prostituida, y en las apps de citas hay una
importante presencia de perfiles de hombres que abiertamente ofrecen
dinero o regalos a las mujeres a cambio de sexo. Un 72 % de las
mujeres encuestadas aseguran haberse encontrado con ellos en Tinder.
En la investigación se analizaron 1.400
perfiles de hombres de entre 18 y 55 años, y los mismos de mujeres. Se
crearon dos perfiles falsos —una mujer de 24 años y un hombre de la misma
edad— que permitieron la interactuación y que constataron que el ideal
femenino enfocado al atractivo sexual es el estereotipo más recurrente. Los
roles que están fuera de este modelo son penalizados. El 90 % de los perfiles
masculinos buscan mujeres «femeninas, sin dramas ni traumas, princesas,
reinas, delicadas, atrevidas, sexualmente decididas, risueñas, cariñosas, etc»,
mientras que piden que se abstengan «mojigatas, feminazis, o amargadas». Por su
parte, los adjetivos que definen a los hombres coinciden con los estereotipos
masculinos de valiente y fuerte.
Un 80 % de las mujeres aseguran, además, haberse
sentido incómoda leyendo perfiles masculinos que hacen alusión a estereotipos
de mujer tonta, frívola o histérica. El perfil inventado para la investigación
obtuvo más de 10.000 «Me gusta» en dos semanas, de hombres de entre 35 y 55
años, y ya en los primeros mensajes recibidos se observó violencia a través de
piropos, solicitudes de desnudos y propuestas de sexting.
Un 79 % de las mujeres se han
sentido violentadas por peticiones de fotos en las que saliesen
desnudas y un 69,3 % por llamadas a mantener sexting o sexo
telefónico. Las investigadoras destacan la influencia de la pornografía
y la erotización del dolor de las mujeres. Más del 63 % de las
usuarias aseguran que les preguntaron si eran sumisas y más del 50 % se
sintieron presionadas para admitir prácticas de dominación sexual.
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